viernes, 30 de diciembre de 2011

En el fondo de un armario


 
    Los sueños son maravillosos. Siempre se sueña con mundos de hadas, de princesas, de brujas y magia. Se sueña con deseos queridos, con sueños por cumplir. Por que los sueños son sueños, lo que queremos vivir. Todo lo que en la realidad no existe nos lo dan los sueños, a los que nos evadimos cuando el mundo real no es como nos gustaría que fuera, cuando todo es odioso. Los sueños son nuestros anhelos más profundos.

   Los felices sueños de una pequeña niña de cinco años se turbaron poco después de haberse acostado. Los furiosos gritos de dos personas mayores la despertaron y ella inquieta se revolvió en las sábanas sin saber qué hacer. Se acomodó entre los cojines y la almohada, esperando paciente que la tormenta calmara. Pero esta vez era diferente, y los gritos no cesaban.
   Se encogía en la cama, presa del miedo, como si esos gritos pudieran hacerle algún daño. El volumen y la fuerza de las voces aumentaba. La niña no quería oírlos. Estaba cansada de aquello, estaba asustada y cada vez que pasaba más frecuentemente. Aquello para ella era relativamente normal pero lo odiaba, sentía sin saber porque que tenía muchas ganas de llorar cada vez que los oía pelear.
   Casi nunca comprendía el significado de sus palabras pero sabía que eran cosas muy malas. La pequeña volvió a arrellanarse en la cama, tapándose entre sus sábanas, ocultándose. Pero era imposible volver a dormir. Ellos seguían gritándose...
    El sonido de una mano impactar con la piel se oyó en toda la casa, la niña se levantó de su cama del susto, e histérica se puso a llorar en una esquina de la habitación en absoluto silencio, abrazándose las rodillas con los brazos y tapándose las orejas. Oía a su madre gritar, sabía que algo iba mal.
-Parar… por favor…parar…-susurraba entre sollozos.
Los golpes se clavaban en su cabeza como clavos, incapaz de olvidaros, incapaz de reaccionar. Incapaz de no oírlos, por mucho que se esforzara.
-¡PARA!, ¡PARA! ¡TE LO PIDO POR FAVOR, PARA!
Los constantes gritos de su madre hicieron llorar más a la niña. Su madre a cada minuto que pasaba hablaba menos y suplicaba más.
-¡QUE ALGUIEN ME AYUDE! ¡AYUDA!-Chilló la mujer en llanto.
    La niña se levantó del suelo y se asomó al pasillo. Desde allí no los veía pero se les oía aún más. El corazón se le encogió en el pecho cuando oyó un gran golpe y muchos cristales romperse. Se asustó muchísimo. Los llantos de su madre habían cesado repentinamente y la niña solo oyó el terrible gruñido de su padre y sus pasos, que subían por la escalera. La niña asustada, no supo qué hacer, y creyendo que su padre iría a su habitación, volvió de nuevo sobre sus pasos y se metió en la cama, haciéndose la dormida. Pero su padre no llegó allí. Es más, quizás su padre no se acordaba ni que existía. Lo oyó entrar a su habitación, y destrozarlo todo. Parecía que estaba buscando algo, y así era. Un poco más tarde oyó un solo disparo y un cuerpo caer al suelo. La niña muy asustada salió de su habitación llamando a su madre.
-¡Mami! ¿Dónde estás? ¿Qué pasa? –la chiquilla, abrazada a su osito de peluche blanco favorito, bajó por las escaleras y fue buscándola por toda la casa, pero no la encontró. Al menos como ella quería encontrarla. Quería a su madre para que la abrazara y la mimara entre sus brazos, y le dijera que no pasaba nada, que era la princesa de la casa y que la quería mucho, como siempre hacía. Pero no fue así. La niña encontró a su madre tendida encima de la mesa de cristal, con la cara herida, y un gran golpe en la cabeza y el resto del cuerpo ensangrentado. Tenía cristales clavados por todas partes, la mesa se había roto, y por todos lados había salpicaduras de la sangre de su madre. La niña dejó caer su osito al ver semejantes escena, y fue junto a su madre.
-¡MAMA! ¡MAMA!, ¿QUE TE PASA?-Chilló una sola vez a su madre mientras la zarandeaba. Pero su madre tenía los ojos abiertos, que la miraban fijamente sin vida. La niña comprendió que estaba muerta. Volvió a recoger su osito de peluche, esta vez manchado de sangre, y se encerró en su armario.

Pasó gran parte de la noche allí. Oyó las sirenas y la policía. Un vecino asustado lo había oído todo. Y había llamado a la policía. Está entro en la casa por la fuerza, tirando la puerta abajo.
-¡La mujer esta muerta!-dijo uno de ellos.- Subid al piso de arriba, haber quien ahí.
-Aquí hay un hombre con un disparo, se ha suicidado.-dijo otra voz más cerca.
Los pasos se oían más cerca. La puerta de su habitación se abrió.
-Aquí no hay nada…
-Mire bien.-dijo la voz de una mujer.-Los niños suelen esconderse.
-¿Qué es esto?
-Un rastro de sangre, va al armario.

Y en el fondo de armario, allí estaba la niña, abrazada a su peluche en la esquina más alejada, hecha un ovillo llorando desconsolada y salpicada de sangre.